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Este espacio fue pensado por la Cátedra de Literatura Española de la Universidad Nacional de Salta para los estudiantes de la carrera de Letras.

martes, 31 de marzo de 2020

España y la literatura española

Estimados:


Les comparto este archivo con una ficha de cátedra elaborada por la profesora Marcela Sosa, para que vayan leyendo.
Luego, a partir de una atenta lectura de la ficha de cátedra, construir una red o mapa conceptual con las principales nociones que utilizaremos durante el ciclo lectivo.

Un saludo.




LITERATURA ESPAÑOLA
CURSO LECTIVO 2020
Prof. Marcela Sosa


España y la literatura española. Nociones teóricas 

El primer objetivo del programa de Literatura Española es “distinguir puntos de inflexión en la historia sociocultural de España, especialmente aquellos que determinan la conformación heterogénea de su cultura e identidad”. Es necesario entonces, antes de introducirnos en un breve repaso sobre la historia sociocultural de España, fijar qué entendemos o cómo delimitamos estos puntos. 

Los señalamientos realizados en las historias (literarias y no literarias) marcan acontecimientos en los que algo comienza, sucede por primera vez, o deja definitivamente de ser lo que era para transformarse en otra cosa distinta. El señalamiento de ese acontecimiento será necesariamente convencional, desde una perspectiva determinada, y por lo tanto, puede ser discutible. Con esta salvedad, entendemos los puntos de inflexión como los momentos de quiebre, hitos o mojones que delimitan períodos o sistemas culturales y estéticos dentro de la continuidad de un proceso histórico. Los puntos de inflexión se relacionan con los textos fundacionales de una literatura y de una cultura, desde el punto de vista estético e ideológico. 

Los textos fundacionales son aquellos textos que, desde la mirada retrospectiva de una nación o sociedad, perfilan inicialmente y plasman un programa ideológico, cultural, social y literario que es reconocido como fundador de identidad. Como afirma Benedict Anderson (1993) en Comunidades imaginadas, en los textos se proyectan los valores a los que aspira una comunidad, negando otros. La cultura, en tanto campo ideológico en disputa (Bourdieu 1995), se reconoce en determinados momentos a partir de ejes o ideas matrices que generan identidades y repertorios en los procesos de emergencia que se proyectan y legitiman en largos períodos de vigencia. La toma de conciencia y el alcance real del carácter fundacional de estos textos no se da, sin embargo, sino a partir de un distanciamiento temporal que posibilita un reconocimiento identitario retroactivo (Verón 1993) o posterior. 

Vamos viendo entonces el criterio de selección presente: estos textos fundacionales, que marcan hitos o puntos de inflexión en determinadas épocas, son fundadores de identidad. El nuevo concepto que debemos introducir es el de identidad cultural que, como afirma G. Balestrino (2009) es “el conjunto de rasgos que un grupo de seres comparten (la lengua, el pasado, la nacionalidad…)”. Dicha identidad es fluida y cambiante: 
La misma está unida al devenir de los pueblos pero no con valores fijados de una vez para siempre, si bien brota de su pasado y se proyecta al porvenir, por lo cual es, histórica y prospectiva. También el término sugiere un sí mismo colectivo, la representación de valores que la sustentan y consolidan a través de múltiples aspectos de la cultura (comidas, costumbres, vestimenta, lengua, arte, ciencia… (2009,1) 
La identidad nacional se realiza o construye de un modo performativo (capacidad de algunas expresiones de convertirse en acciones y transformar la realidad o el entorno) y no meramente constatativo de fuentes o documentos preexistentes. Emerge como un efecto o construcción de lo que se va pensando y escribiendo al hacerla y de lo que no se tenía idea antes de comenzarla. Los textos fundacionales generalmente no gozan en su presente inmediato de prestigio pero, con el tiempo, llegan a ser centrales dentro del sistema literario[1], que termina canonizándolos. 

Otro término que se identifica con los textos fundacionales es el de canon. Partiendo de la etimología y de diversos aportes críticos, podemos decir que es “una selección de textos muy conocidos, que se consideran valiosos, se usan en la educación y sirven de marco de referencia a los críticos literarios” (Fokkema 1998) o que es una lista o catálogo que “propone la entrada en el coloquio crítico de una cultura” (Harris 1998). Un profesor y crítico argentino, G. Bombini (1995), afirma que es un subconjunto considerable de escritores y escritos del pasado emergente de sucesivos procesos de ritualización e innovación. 

Dentro de la red de términos entroncados con el de fundacional aparece también el de clásico. Ítalo Calvino propone varias definiciones, entre las cuales seleccionamos dos: 
Los clásicos son libros que ejercen una influencia particular ya sea cuando se imponen por inolvidables, ya sea cuando se esconden en los pliegues de la memoria mimetizándose con el inconsciente colectivo o individual. […]
Los clásicos son esos libros que nos llegan trayendo las huellas de las lecturas que han precedido a la nuestra y tras sí la huella que han dejado en la cultura o en las culturas que han atravesado (o más sencillamente, en el lenguaje o en las costumbres). (1995, 14-15) 
Volviendo al programa, comprobamos que las unidades refieren a diversos períodos de la historia de la literatura española, pero no a todos. La respuesta a cuáles han sido seleccionados y por qué debe haberse hecho más clara a esta altura: en este curso se planteará la relación dinámica entre la construcción histórica de la identidad española y los textos fundacionales de la literatura. Pero con la aclaración de que la identidad española está marcada por el pluralismo y la diversidad -étnica, lingüística, religiosa- (de allí que hablemos de interculturalidad), porque en su construcción intervienen los hispanohebreos y los hispanomusulmanes[2] tanto como los españoles denominados cristianos viejos (conceptos que profundizaremos más adelante). 

Por otra parte, la literatura española es también un plurisistema configurado por varios subsistemas en lenguas diferenciadas: castellano, catalán (por ejemplo, El verí del teatre, de Rodolf Sirera o La Plaça del Diamant de Mercè Rodoreda), gallego (O lapis do carpinteiro de Manuel Rivas), vasco (Ehun metro de Ramon Saizarbitoria) y dialectos como el valenciano (L’ultimo roder de Josep Franco), aunque la literatura española en lengua castellana es el sistema dominante. 

Dentro de la perspectiva señalada en clase, se ha hablado de cómo hay una relación dialéctica entre los textos literarios y el mundo: son atravesados por los discursos sociales y a su vez inciden sobre ellos. Recordemos someramente que se entiende por discurso social el rumor que fluye de las conversaciones, de los medios de comunicación, de las distintas prácticas sociales (es decir, el conjunto de actividades de una sociedad en un tiempo determinado) y que es recogido por el oído del escritor. Este detecta imágenes codificadas, palabras que condensan ejes semánticos dominantes o privativos de un sector de la sociedad: son las representaciones. 

La literatura contribuye a forjar el imaginario social en una comunidad, fijando figuras de identidad y de cohesión social, es decir, consolidando representaciones. Por ello, el otro término que debemos incluir en esta red conceptual operativa para nuestros análisis es el de imaginario social: 
Entendemos por imaginario el conjunto de representaciones globales de la realidad social, o ideas, imágenes inventadas y elaboradas con símbolos, mitos, emblemas, utopías mediante los cuales las sociedades se dan una identidad, perciben sus divisiones, legitiman su poder o elaboran modelos formadores (Balestrino 2009).
Las representaciones en el texto literario remiten a prácticas sociales discursivas y no discursivas (por ejemplo, la práctica de la Inquisición en el Lazarillo de Tormes) y dan cuenta de vectores importantes en el imaginario social de un grupo determinado en una época dada (siguiendo con el ejemplo del Lazarillo, la representación de prácticas inquisitoriales como la carta dirigida a “Vuesa Merced” refiere a los mecanismos de control y represión del aparato estatal no sólo sobre el pensamiento religioso sino también sobre las vidas privadas, en profunda disidencia con las propias prácticas de un clero relajado). 



Bibliografía 

Anderson, Benedict (1993), Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo, México, Fondo de Cultura Económica. 
Balestrino, Graciela (2009), “Unidad introductoria”, Ficha de cátedra Curso lectivo UNSa 2009. 
Bombini, Gustavo (1995), Otras tramas. Sobre la enseñanza de la lengua y la literatura, Rosario, Homo Sapiens. 
Bourdieu, Pierre (1995), Las reglas del arte: Génesis y estructura del campo literario, Barcelona, Anagrama. 
Calvino, Ítalo (1995), Por qué leer a los clásicos, Trad. de Aurora Bernárdez, Madrid, Tusquets Editores. 
Fokkema Douwe (1998), “La literatura comparada y el problema de la formación del canon”, en D.Romero López (comp.), Orientaciones en literatura comparada, Madrid, Arco Libros, 225-249. 
Harris, Wendell (1998), “La canonicidad”, en E. Sullá (comp.), El canon literario, Madrid, Arco Libros, 37-60. 
Verón, Eliseo (1993), La semiosis social, Barcelona, Gedisa. 




[1] Remitimos a la noción de sistema literario, que damos por conocida; en forma simplificada, recordaremos que todo texto se convierte en portador de significado si está inserto en un sistema dentro del cual contrae relaciones de semejanza y oposición. Estas relaciones van variando ya que dicho sistema está sujeto, como otras actividades humanas, a cambios originados con el transcurso del tiempo. 
[2] Con esta designación queremos reforzar la idea de que los grupos étnicos minoritarios que vivieron en la Península Ibérica llamados “judíos” o “moros” y vistos como un “otro”, forman también parte de la identidad española.

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